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jueves, 23 de octubre de 2008

Las violaciones de mujeres por el Ejército rojo en Alemania, en el cine.

Se silencia por sistema el sufrimiento del pueblo Alemán en la II GM, como si no hubieran padecido o sentido ningún dolor, como si en verdad se les hubiera liberado. La mentira, la venda en los ojos, la mordaza, ira cayendo. Siempre llega la curiosidad del que sabe que no le dejan ver todo y desea la libertad de saber.
El tema tabú de las violaciones sistemáticas efectuadas por los ejércitos “liberadores”, los rojos, franceses y sus amigos americanos, a más de dos millones de mujeres alemanas (algunas niñas, ancianas y las que jamás lo dijeron) se toca en la película “Anonyma” dirigida por Max Fäberböck.
Esta conducta exterminadora, la de violar para eliminar la “raza aria”, el ario era entendido erróneamente por los rusos como únicamente la sangre alemana, porque esa era la intención ordenada por el mismo Stalin, se llevó a cabo durante y tras el fin de la guerra.
Se narra, en la cinta, la "degradación" de una mujer sin nombre, de apenas 30 años, con su marido desaparecido en combate, otrora famosa periodista y fotógrafa, que recoge en su diario el drama de llevar faldas en la primavera de 1945. Está basada en una historia real y con los retazos del diario de Marta Hiller, que ha permanecido en el anonimato hasta el 2001 por atreverse a denunciar las violaciones sistemáticas que sufrieron las alemanas en la zona de ocupación, en este caso soviética hasta el año 1947, aunque los abusos se dieron en toda Alemania.
Su historia fue editada en el año 2003 y se convirtió en un éxito de ventas, pero no gustó a determinados sectores. Estas mujeres tuvieron que soportar la violación física y luego la psicológica, porque en la Alemania”roja”, el ejercito comunista fue homenajeado y tratado como Dios redentor y dador de vida, ellas sufrían una agresión tras otra, una humillación tras otra física y moral, con el silencio del mundo como colaborador.
La película cuenta la historia de un puñado de supervivientes -en su mayoría mujeres- en un sótano, convertido en refugio antiaéreo a la espera de que entrara el Ejército Rojo: una viuda, una pareja de lesbianas (no podían faltar) y la protagonista, una mujer sensible y fuerte, que reúne el valor necesario para dirigirse al cuartel del mando soviético y denunciar las violaciones de las que son objeto.
"Nuestros hombres están sanos", recibe como respuesta. Al fin y al cabo ese par de minutos no son para tanto, ha de escuchar. ¿Se imaginan oír eso?
Y la atractiva periodista decide buscar refugio entre uno de ellos, un oficial ruso, al que se ofrece voluntariamente con tal de ahorrarse los abusos de terceros, un melancólico ruso que esconde más encantos que sus camaradas.
Las operaciones de vaginas desgarradas en los hospitales berlineses estaban entonces a la orden del día. Muchas intentaron abortar, otras dieron a luz a los llamados 'Russenkinder' (hijos de rusos), condenando así a sus hijos al insulto por llevar sangre del enemigo.

C.P

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