El libro de la paz interior.
Isabel Guerra
Isabel Guerra
Precio: 24 €
Páginas: 192 Formato: 15,5 x 22,5
Cartoné Tema: Valores
"Este libro recoge mis pinturas y mis pensamientos reflejados en forma de oración serena. La conjunción de ambos pretende acercarnos a la Belleza y a la Luz. El símbolo de la luz está presente en el lenguaje religioso universal".
Isabel Guerra es la pintora de la luz. Es la persecución serena, silente, enamorada y tenaz de la luminosidad y esa luz tiene valor de símbolo religioso. Desde la quietud del claustro cisterciense donde reside persigue la luz que da forma a la belleza de lo cotidiano, a la vida sencilla, al equilibrio de la armonía, al instante infinito y al resplandor de la vida. Anota sus descubrimientos y los entrega en páginas de lino y de madera, en un gesto inocente, ilusionado y tierno, queriendo alargar para todos la esperanza. La artista se esfuerza cada día por encontrar, en una pincelada de luz, el silencio de la vida y del hombre.
El suyo es un mensaje universal, que irradia ternura y alegría, belleza y amor. En El libro de la paz interior, la autora asocia con especial ternura sus obras artísticas con meditaciones personales que despiertan la conciencia de la dignidad y su apertura interior hacia el mundo, hacia los demás y hacia Dios y nos lleva al encuentro de la realidad de las cosas, de las personas y de los paisajes.
Un libro original, valiente y conmovedor, lúcido y sereno, dirigido a católicos, cristianos, agnósticos e incrédulos, que supera la actualidad presente por la profunda armonía, compromiso y fe que transmite.
COMENTARIOS A LA OBRA:
1. “Hermana Isabel. El Señor ha estado grande contigo y estoy alegre. Hoy tengo en mis manos una muestra de tu obra, por medio de la revista Orar. Gracias por hacerlo allí, porque de otro modo no puede ser; vivo en un pequeño pueblo del norte de Chile, y la pintura, lo natural y cotidiano me ayudan a orar. Gracias por compartir tu don.”
2. “Soy ateo y anticlerical, pero cuando alguien es desde mi punto de vista, persona antes que otra cosa y además es artista me tengo que descubrir e incluso olvidarme de mis no creencias, ya que pienso que el arte,-música y pintura- sobre todo, sería lo único capaz de unir a la especie humana. Gracias Isabel, aquí tendrás siempre un gran admirador/amigo, espero que no te importe que sea ateo. Me emocione con la entrevista en Onda Cero y más cuando he visto parte de tu obra. Gracias”.
3. “Conocí a esta artista a través de otra monja cisterciense, y por supuesto enseguida vi que en aquellas pinturas se reflejaba a un artista que modelada por el amor de Dios es capaz de pintar cosas tan bellas y a la vez tan cotidianas, en sus pinturas se refleja la luz que seguramente esta en el alma de la pintora, su libro me ha ayudado muchísimo, gracias de verdad.”
4. “Mira siempre de frente, al contrario de las figuras de sus cuadros, que se repliegan ensimismadas, porque insiste en que "no son retratos". De Isabel Guerra emana una tensión interna, un esplendor nervioso que contradice el sosiego sencillo que logra imprimir a sus modelos (casi siempre jóvenes sobrinas de las monjas) con una espátula, "no empleo para nada los pinceles, aunque la gente no se lo crea".
5. “El libro de la paz en el convento de Santa Lucía de Zaragoza, al que llegó el 12 de noviembre de 1970 con 23 años, creyendo que ese día abandonaba el mundo y la pintura, deja sueltos zarpazos de quien vive en guerra con sus entrañas: Contemplo en mi interior las soberbias bravatas de mi corazón , escribe en la página 34, junto a una de sus estampas encalmadas.
6. “La monja pintora compareció primero con su breviario en la iglesia del monasterio (dispuesto todo y recogido), con las vidrieras dispuestas según las horas. Y luego atendió en el locutorio, separada por el antepecho de clausura, el caldero de cobre con las hojas secas como símbolo de sencillez rústica, la sonrisa volteriana y la voz decidida: "La literatura y la pintura lanzan un mismo mensaje" que pretende ser "de paz, de serenidad y de valores transcendentes, en este mundo de hoy, tan convulsionado".
7. “Igual que su técnica pictórica se fue depurando desde un impresionismo inicial y autodidacta ("mi época de niños de playa") hasta devenir realista e "perfecta" como alguien le espetó ayer, así fue trabajando pequeños textos en sus ratos de meditación hasta componer este libro místico, aunque tras las grandes frases luminosas asoma una dura ascética oscura: ¡Cuántas veces me quejo de mi soledad! (página 154) que humaniza el libro.
8. "Lo mejor es estar reconciliado uno consigo mismo; desempolvar nuestro interior; no intentar ser lo que son los demás. A partir de ahí podremos descubrir los dones de los demás y aceptarlos como son".
Isabel Guerra dijo respetar a las vanguardias "si la pintura es buena", (algunos fondos de sus cuadros son deliberadamente abstractos), y evita pintar asuntos religiosos, aunque una Inmaculada suya invita en Madrid a visitar Las edades del hombre. Y negó que su forma de tratar a la luz o a los modelos fueran irreales, aunque no reflejaran el pulso "convulsionado --repitió--, del mundo de hoy". Tras decir, algo harta, que "no soy una pintora naturalista" declaró que "la belleza está salvando el mundo".
Isabel Guerra es la pintora de la luz. Es la persecución serena, silente, enamorada y tenaz de la luminosidad y esa luz tiene valor de símbolo religioso. Desde la quietud del claustro cisterciense donde reside persigue la luz que da forma a la belleza de lo cotidiano, a la vida sencilla, al equilibrio de la armonía, al instante infinito y al resplandor de la vida. Anota sus descubrimientos y los entrega en páginas de lino y de madera, en un gesto inocente, ilusionado y tierno, queriendo alargar para todos la esperanza. La artista se esfuerza cada día por encontrar, en una pincelada de luz, el silencio de la vida y del hombre.
El suyo es un mensaje universal, que irradia ternura y alegría, belleza y amor. En El libro de la paz interior, la autora asocia con especial ternura sus obras artísticas con meditaciones personales que despiertan la conciencia de la dignidad y su apertura interior hacia el mundo, hacia los demás y hacia Dios y nos lleva al encuentro de la realidad de las cosas, de las personas y de los paisajes.
Un libro original, valiente y conmovedor, lúcido y sereno, dirigido a católicos, cristianos, agnósticos e incrédulos, que supera la actualidad presente por la profunda armonía, compromiso y fe que transmite.
COMENTARIOS A LA OBRA:
1. “Hermana Isabel. El Señor ha estado grande contigo y estoy alegre. Hoy tengo en mis manos una muestra de tu obra, por medio de la revista Orar. Gracias por hacerlo allí, porque de otro modo no puede ser; vivo en un pequeño pueblo del norte de Chile, y la pintura, lo natural y cotidiano me ayudan a orar. Gracias por compartir tu don.”
2. “Soy ateo y anticlerical, pero cuando alguien es desde mi punto de vista, persona antes que otra cosa y además es artista me tengo que descubrir e incluso olvidarme de mis no creencias, ya que pienso que el arte,-música y pintura- sobre todo, sería lo único capaz de unir a la especie humana. Gracias Isabel, aquí tendrás siempre un gran admirador/amigo, espero que no te importe que sea ateo. Me emocione con la entrevista en Onda Cero y más cuando he visto parte de tu obra. Gracias”.
3. “Conocí a esta artista a través de otra monja cisterciense, y por supuesto enseguida vi que en aquellas pinturas se reflejaba a un artista que modelada por el amor de Dios es capaz de pintar cosas tan bellas y a la vez tan cotidianas, en sus pinturas se refleja la luz que seguramente esta en el alma de la pintora, su libro me ha ayudado muchísimo, gracias de verdad.”
4. “Mira siempre de frente, al contrario de las figuras de sus cuadros, que se repliegan ensimismadas, porque insiste en que "no son retratos". De Isabel Guerra emana una tensión interna, un esplendor nervioso que contradice el sosiego sencillo que logra imprimir a sus modelos (casi siempre jóvenes sobrinas de las monjas) con una espátula, "no empleo para nada los pinceles, aunque la gente no se lo crea".
5. “El libro de la paz en el convento de Santa Lucía de Zaragoza, al que llegó el 12 de noviembre de 1970 con 23 años, creyendo que ese día abandonaba el mundo y la pintura, deja sueltos zarpazos de quien vive en guerra con sus entrañas: Contemplo en mi interior las soberbias bravatas de mi corazón , escribe en la página 34, junto a una de sus estampas encalmadas.
6. “La monja pintora compareció primero con su breviario en la iglesia del monasterio (dispuesto todo y recogido), con las vidrieras dispuestas según las horas. Y luego atendió en el locutorio, separada por el antepecho de clausura, el caldero de cobre con las hojas secas como símbolo de sencillez rústica, la sonrisa volteriana y la voz decidida: "La literatura y la pintura lanzan un mismo mensaje" que pretende ser "de paz, de serenidad y de valores transcendentes, en este mundo de hoy, tan convulsionado".
7. “Igual que su técnica pictórica se fue depurando desde un impresionismo inicial y autodidacta ("mi época de niños de playa") hasta devenir realista e "perfecta" como alguien le espetó ayer, así fue trabajando pequeños textos en sus ratos de meditación hasta componer este libro místico, aunque tras las grandes frases luminosas asoma una dura ascética oscura: ¡Cuántas veces me quejo de mi soledad! (página 154) que humaniza el libro.
8. "Lo mejor es estar reconciliado uno consigo mismo; desempolvar nuestro interior; no intentar ser lo que son los demás. A partir de ahí podremos descubrir los dones de los demás y aceptarlos como son".
Isabel Guerra dijo respetar a las vanguardias "si la pintura es buena", (algunos fondos de sus cuadros son deliberadamente abstractos), y evita pintar asuntos religiosos, aunque una Inmaculada suya invita en Madrid a visitar Las edades del hombre. Y negó que su forma de tratar a la luz o a los modelos fueran irreales, aunque no reflejaran el pulso "convulsionado --repitió--, del mundo de hoy". Tras decir, algo harta, que "no soy una pintora naturalista" declaró que "la belleza está salvando el mundo".
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