La Miembra más graciosa jamás creada, Aído, reclama que caiga sobre el asesino de Marta todo el peso de la ley. Esa ley, anoréxica -os lo advierto- eso en vez de alivio, llena de desazón, y si no que se lo digan a la madre de Sandra Palo.
Este supuesto, que, aunque confeso asesino de Marta, también es menor. Este es el futuro que estamos educando para España, estas mentalidades y actuaciones que cada día son más frecuentes, son fruto de una sociedad que de libre y justa, no tiene nada más que la ostentación.
Aído debiera ser honrada, y reclamar que caiga el peso de la ley sobre todo agredido, o ¿acaso no es preciso saciar esa sed de justicia en los padres de Mari Luz? No solo debería dedicarse a las mujeres, precisen o no su ayuda, se valgan o no de sus excesos de celo a la hora de verlas siempre como sacrosantas ante cualquier delito o problema. El peso de la justicia, que repito debiera engordar bastante, debe recaer sobre cualquier tipo de delincuente, sea uno que ataca a una mujer, anciano, niño, indigente o a quien sea, independientemente de su sexo o de que el agresor sea su ex novio, novio, amante o marido.
La familia ha dicho por activa y por pasiva que no le llamen ex novio o que fue su novio, Marta solo tuvo trato con ese desalmado un mes y hacía un año que no tenía relación alguna con él. Así que Aído, si de verdad está interesada en los hechos, debiera ser correcta, ya que su cargo de miembra se lo exige, y no llamar a ese excremento inhumano novio, ni ex novio, como solicita la familia. Respétela.
Marta del Castillo sigue en algún lugar del rio, donde la tiraron como si fuera cualquier cosa. Toda la vida, 17 años criando a tu niña, amándola, cuidándola, noches en vela, sacrificios, parte de tus entrañas, arrojadas a un rio como cualquier otro desperdicio ¿Cuánto vale ese dolor? ¿Qué castigo merece esa acción?
Si yo fuera Ministra, iría como voluntaria a buscar el cuerpo de esa joven, no me dedicaría a hablar y fingir que me importa lo que nada me importa.
Porque hay miembras que no tienen hijos, no saben cuánto se quiere a un hijo, y, cuando los componentes del ministerio tienen hijos, los tienen bien custodiados, no son los suyos los que acaban en cunetas, quemados, violados, descuartizados o perdidos para siempre, con la salvedad del recuerdo que jamás perece en la mente de sus padres y gente que les quiso y quiere.
Aído usted como siempre ha estado “sembrada”, de hipocresía claro.
Carmen Padial.
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