El MSR propone una transformación radical de la empresa y de la posición de los trabajadores en el seno de la misma. La empresa debe ser “socializada”, atendiendo a la directa participación de los trabajadores en su gestión.
Estos fines se realizaran modificando la estructura de los consejos de administración de las empresas, tomando la forma de sociedades de capital, en las cuales deberá incluirse, con derechos y deberes iguales a los representantes del capital, una representación electa de los trabajadores de la empresa. Para las empresas individuales o que no revistan la forma de sociedades de capital, la representación de los trabajadores dependientes deberá asegurarse en forma apropiada.
Estos fines se realizaran modificando la estructura de los consejos de administración de las empresas, tomando la forma de sociedades de capital, en las cuales deberá incluirse, con derechos y deberes iguales a los representantes del capital, una representación electa de los trabajadores de la empresa. Para las empresas individuales o que no revistan la forma de sociedades de capital, la representación de los trabajadores dependientes deberá asegurarse en forma apropiada.
Los representantes de los trabajadores participaran con pleno derecho en todas las deliberaciones y decisiones inherentes a la gestión de la empresa y asumirán, en igualdad con los representantes del capital, los deberes organizativos y dirigenciales que pueda creer la organización de la empresa.
La empresa socializada en forma societaria tiene un “jefe”, designado por el consejo de administración. En otras empresas socializadas el “jefe” puede ser el mismo empresario individual. En todo caso, el jefe de empresa es responsable de la gestión de la empresa acorde con la planificación del programa económico nacional.
La socialización interesa a todos los sectores del proceso productivo, y su objetivo es superar en el seno de la sociedad el predominio del capital y de la propiedad privada de los medios de producción insertándolos en el proceso de participación del trabajo en la gestión de la empresa y en la organización programada del proceso económico en su conjunto. La propiedad, en otros términos, debe ser entendida como uno de los elementos del proceso productivo y no como el árbitro entre éste y el trabajo, en todas sus expresiones: manual, técnico, intelectual; como un elemento importante y no como objeto de una relación de subordinación y explotación.
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